1. Es indudable que el amor debe ser nuestra
forma de vida, porque constituye la condición sine-quanon para alcanzar nuestra
perfección.
2. Un día, cuando estábamos haciendo cola en la
caja de una gran tienda para pagar nuestras compras , una cliente comenzó a
discutir con la cajera, entonces el Presbítero me contó esta historia:
Una
vez, un cliente gritó al Gerente General de una importante empresa, por la mala
atención que le brindaban.
El Gerente llegó a su casa y gritó a su
esposa, acusándole que estaba gastando demasiado, porque había un abundante
almuerzo en la mesa.
Su esposa gritó a la empleada porque rompió
un plato.
La empleada dio un puntapié al perro, porque
la hizo tropezar. El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por
la vereda, porque estaba obstaculizando su salida. Esa señora fue al hospital
para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al joven médico, porque
le dolió la vacuna al ser aplicada. El joven médico llegó a su casa y gritó a
su madre, porque la comida no era de su agrado.
Su madre tolerante, acarició sus cabellos y
le dijo:
“Hijo, prometo que mañana haré tu comida
favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado, y precisas una buena noche de
sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama para que puedas descansar muy bien.
Mañana será otro día y estoy segura que te sentirás mejor.”
En ese momento se interrumpió ese círculo de
conflicto en el que a veces en forma inconsciente ingresamos, porque dicho
círculo chocó con la tolerancia, el perdón y el amor.
(…) Si usted se da cuenta en algún momento de su
vida, que ingresó a un círculo de conflicto acuérdese que puede romperlo
solamente con amor. (comprensión, perdón, tolerancia, etc.)
3. El respeto por los demás, que implica actuar
o dejar de actuar conforme a nuestros derechos; desde un punto de vista
práctico, podríamos decir, que constituye el amor en su mínima expresión; sin
embargo, no podemos negar la gran trascendencia que tiene el “respeto a los
demás” en nuestra vida familiar, social y laboral; pues, garantiza una mejor
convivencia con los demás.
Igualmente, no podemos dejar de mencionar que
en el ámbito de los negocios, el
“respeto y consideración al cliente”, se ha convertido en un factor
diferenciador y una ventaja competitiva de muchas empresas, las cuales lo
han descubierto como una de las maneras
para competir exitosamente.
De igual modo, no debemos olvidar que el
clima laboral de una organización es el fiel reflejo de la forma (mayor o menor
respeto y consideración) en que los
directivos tratan a sus colaboradores.
4. Era un 1 de Enero, cuando el Presbítero me
contó esta historia:
Un ex-convicto de un campo de concentración
nazi fue a visitar a un amigo, con el que había compartido tan penosa
experiencia.
“¿Has olvidado ya a los nazis?”, le preguntó
a su amigo.
“Si”, le respondió.
“Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi
alma”
“Entonces, le dijo apaciblemente su amigo,
aún siguen teniéndote prisionero”
(…) En verdad, nuestros enemigos no son los que
nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos.
5. Esa tarde el Presbítero hablaba con mucha
vehemencia, lo que no es usual en él. En el momento en que empezó a hablar de
los Valores, le preguntaron:
¿Para qué sirven los Valores?
“Los Valores son frutos del espíritu y ayudan
a mantener saludables las dimensiones espiritual, corporal, mental y social a
través de las cuales experimentamos nuestra existencia”, respondió.
“Crean condiciones favorables para alcanzar
una vida plena y exitosa”, finalizó expresando el Presbítero.
6. Los Valores, es decir, la prioridad que
ponemos en las personas, las cosas, las ideas o los principios, están
influenciados por la educación, la sociedad en que vivimos y por la reflexión
personal; afirmaba el Presbítero.
Luego, manifestaba: el actuar siempre en base
a Valores, es una manera de expresar el amor en nuestras relaciones con los
demás y es un condición sine-qua non para vivir plena y exitosamente. Entre los
Valores tenemos por ejemplo:
La perseverancia: Es llevar a cabo las
actividades necesarias para alcanzar lo decidido, aunque surjan dificultades
internas o externas o pese a que disminuya la motivación personal a través del
tiempo.
No basta con empezar, es necesario continuar,
concluir y alcanzar las metas propuestas.
La obediencia: Es aceptar, asumiendo como
decisiones propias, las de quien tiene y ejerce la autoridad, con tal de que no
se opongan a la justicia. Es actuar con empeño para interpretar fielmente la
voluntad del que manda.
La humildad: Es reconocer nuestras propias
deficiencias, cualidades y capacidades y aprovecharlas para obrar el bien sin
llamar la atención ni requerir el aplauso ajeno. Es valorarnos en lo que somos
y reconocer a los demás en lo que son. La humildad, es en síntesis, reconocer
nuestra realidad.
La paciencia: Es cuando uno soporta con
serenidad las molestias presentes, cuando se le presenta una dificultad que
tiene que superar o cuando conoce que algún bien deseado aún no llegará. La
palabra “paciencia” se compone de dos palabras: “paz” y “ciencia”; la paz nos
ayuda a ver la realidad y a aceptar con serenidad o ecuanimidad los diferentes
obstáculos que enfrentamos y la ciencia nos da la capacidad para comprender y
saber enfrentar y resolver los problemas generalmente con mejores alternativas
de solución. Ser una persona paciente no debe significar ser una persona
pasiva, porque la paciencia en esencia significa actuar sin prisa, pero sin
pausa y con sabiduría.
La amistad: Es llegar a tener con algunas
personas que ya se conoce previamente por intereses comunes de tipo profesional
o de tiempo libre, diversos contactos periódicos personales a causa de una
simpatía mutua, interesándose ambos por la persona del otro y por su mejora.
( … ) Sólo descubren los grandes beneficios de los
Valores, quienes miran positivamente el mundo y los practican, porque están
convencidos que todo lo que existe “existe por algo y para algo”; que cualquier
ser, por pequeño que sea tiene su sentido y su razón de ser, es decir, son tan
importantes y valiosos como nosotros.
7.
Un día, un
feligrés muy religioso llamado Lucas, invitó a cenar en su casa a un hombre que
siempre pedía limosna en una esquina de su barrio.
A la hora de la cena, cuando Lucas estaba
dando gracias a Dios, su invitado empezó a maldecir y a decir que no soportaba
oir más el Santo Nombre del Todopoderoso. Al escucharlo, Lucas no aguantó su
rabia y echó de su casa a su invitado.
Aquella noche, cuando Lucas estaba haciendo
sus oraciones, escuchó la voz de Dios que le dijo: “Ese hombre ha blasfemado y
me ha injuriado durante setenta años y, sin embargo, yo le he dado de comer
todos los días. ¿No podrías haberlo soportado tú durante una sola cena?”
8.
Cuando
regresábamos de la ciudad de Pucallpa, el Presbítero en el avión me contó esta
historia:
Un día, después de muchos años, una familia
logró que se reunieran para un almuerzo sus cuatro nietos, la hija mayor y la
hija menor con sus respectivos esposos y el abuelo más longevo llamado Elías.
Cuando todos estuvieron ya sentados en la
mesa, el abuelo Elías se levantó e intentó servirles. Sin embargo, nadie a
excepción de la hija mayor, aceptó que les
sirviera el abuelo.
A todos les extrañó bastante la actitud de la
hija mayor y más tarde le dijeron: “¿Cómo es posible que aceptaras que el
abuelo te sirviera, en vez que tú le deberías haber servido?
Y ella respondió: “Bueno, en verdad, cuando
yo ofrezco a la gente algo, me siento dichosa cuando me lo aceptan. ¿Acaso me
consideran capaz de hacer entristecer al abuelo privándolo del gozo por
aceptarle algo que me ofrece?
( … ) La práctica del amor en nuestra vida diaria
es esencial porque contribuye a nuestra perfección. “Ser perfectos como es
perfecto nuestro Padre que está en el cielo” ( Mt. 5, 48 )
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