1.
Alguna vez
escuché decir al Presbítero:
Todos nuestros sueños podemos alcanzar con
mayor facilidad, si aprendemos a trabajar en equipo. Porque el trabajo en
equipo genera sinergia, la cual se da cuando dos o más personas producen más
juntas que la suma de lo que podrían producir individualmente.
¿Qué Valores
caracterizan esencialmente a los integrantes de un equipo de trabajo de
alto rendimiento o alta sinergia?
Esencialmente, actúan en base a los
siguientes Valores: el respeto a los demás, que es la mínima expresión del amor
y la humildad, que es la máxima expresión de la sabiduría.
La esencia de la sinergia es el respeto por
las diferencias. Esto significa, en otras palabras, valorar los puntos de vista
de las demás personas.
Valorar las diferencias no implica que una
persona apruebe o esté de acuerdo con las opiniones de las otras personas. Si
no, que las personas respetan las diferencias y las ven como una oportunidad de
aprendizaje. Las opiniones diferentes de otras personas, así como sus puntos de
vista y perspectivas son valiosos cuando se buscan soluciones. Estas
diferencias permiten descubrir y producir cosas juntas más de lo que sería
posible descubrir y producir en forma individual.
Por otro lado, sabemos que la mayoría de las personas ven el mundo como ellas son, no
como el mundo es en realidad. Perciben, entienden e interpretan el mundo que
les rodea de acuerdo a sus conocimientos y experiencia. Pero, como las personas
estamos limitadas por nuestros conocimientos y experiencia personales,
necesitamos las perspectivas de los demás, para expandir nuestro entendimiento
y obtener un punto de vista más objetivo. Para lo cual, es necesario actuar con
mucha humildad.
Un equipo de trabajo de alto rendimiento o
alta sinergia se caracteriza porque sus integrantes cumplen con el sistema de
las 5 C:
C = Conocimiento
C = Complementaridad
C = Confianza
C = Compromiso
C = Comunicación
2.
En cierta ocasión, los diversos miembros
y órganos del cuerpo estaban muy enfadados con el estómago. Se quejaban de que
ellos tenían que buscar el alimento y dárselo al estómago, mientras que éste no
hacía más que devorar el fruto del trabajo de todos ellos.
De modo que decidieron no darle más alimento
al estómago. Las manos dejaron de llevarlo a la boca, los dientes dejaron de
masticar y la garganta dejó de tragar. Pensaban que con ello obligarían al
estómago a que les ayude.
Pero lo único que consiguieron fue debilitar
al cuerpo, hasta el punto de que todos ellos se vieron en auténtico peligro de
muerte. De este modo, fueron ellos en definitiva, los que aprendieron la
lección de que, AL AYUDARSE UNOS A OTROS, en realidad trabajaban por su propio
bienestar.
3. Una vez, el Presbítero me contó:
El
Capitán de un barco, con el fin de probar la eficacia
del
personal de la sala de máquinas,
dio la orden de
avanzar a la máxima velocidad,
y de pronto
súbitamente mandó efectuar una parada
de
emergencia . Sus órdenes fueron
obedecidas al
instante .
Luego se encendió el sistema de megafonía y se oyó
su
voz: “Les habla el Capitán. Mis felicitaciones a la
sala de máquinas, han detenido el barco en menos
de
un minuto, exactamente en 33.3 segundos.”
Casi inmediatamente después, se escuchó otra voz:
“Les habla el cocinero. El barco se habrá detenido en
menos de un minuto, pero todas
las ollas con la
comida para la cena hoy se fueron al piso. ¡Esta
noche no habrá cena para nadie!.
( … ) La coordinación adecuada en un equipo de
trabajo tiene su propio ritmo según su
naturaleza.
4. Cuando estuvimos estudiando la Maestría de
Tributación, el Presbítero nos visitó y nos relató esta historia:
Había una vez, un Intendente de una Aduana
Fronteriza, que cada día tenía que atender a docenas de personas, la mayoría de
las cuales le presentaban quejas de diversa índole.
Un día, el Fiscal de la jurisdicción, le dijo
al Intendente, que no comprendía cómo era capaz de entrevistarse con tantas
personas en el espacio de unas pocas horas.
“Usted”, le decía el Fiscal, “consigue
atender a todos sus usuarios en el lapso de su media jornada de trabajo,
mientras que a mí me suele dar las 8 ó 9 de la noche en mi despacho….”.
“Si, le dijo el Intendente, eso le pasa
porque usted habla demasiado”.
( … ) Habremos dado un gran paso, si en la
prestación de un servicio público habláramos menos y escucháramos más.
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