domingo, 1 de marzo de 2015

¿En Qué Consiste el Verdadero Amor?

1.   La mayoría de las personas, generalmente confunden el amor con todo lo que afirma y halaga su ego. Nunca aman al otro por sí         mismo, intrínsecamente; sino,        por las gratificaciones, provechos psicológicos y afectivos que del otro esperan; es decir, en realidad aman a una cierta imagen que se forman del otro y de la cual se apropian.

Por eso se dice, que una persona que aún no se ha liberado de su ego, es imposible que sienta el verdadero amor. Porque, cuando dice “Te amo” en el fondo de sí misma está diciendo “ámame”. Y desde el momento en que ese “ámame” se siente decepcionado o traicionado se transforma en un ¡Aléjate!, ¡No quiero verte más!, ¡Te odio!, etc.

( … ) El verdadero amor consiste en dar sin esperar nada a cambio.

2.   En verdad, el Yo (ese ego) es un impedimento para amar, porque considera a las personas amadas como algo nuestro. Amo a mi esposa, a mi hijo, a mi familia, porque son algo mío, distinguiéndolos de los que quedan más lejos. Al pensar así, estoy cosificando lo más cercano como pertenencias a las que debo amar.

Generalmente, cuando se dice:“Te amo, te quiero, te necesito, no puedo vivir sin ti” significan: me agarro a ti porque llenas mi necesidad y mi deseo. Eso es egoísmo.

En realidad, debo expresar que el amor verdadero existe por sí, aunque no haya nadie allí. El amor es nuestra esencia y se manifiesta en una manera de ser, un estado del alma, y está en consonancia con la capacidad de ver y existir, y en cuanto veamos y seamos nosotros mismos libremente, no podremos ser otra cosa que amor.


(…) El verdadero amor va siempre unido a la verdad y a la libertad.


3. Cuando el Presbítero recordó su infancia, me relató esta historia:

Un día mi padre y mi madre se habían peleado. Mi madre estaba tan enojada que no le dirigía palabra alguna a mi padre.

Al día siguiente, mi padre había olvidado por completo la pelea, pero mi madre seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más esfuerzos que hacía mi padre, no conseguía sacar a mi madre de su mutismo.

Entonces, mi padre se puso a rebuscar en los armarios y cajones de la casa. Y, cuando llevaba así unos minutos, mi madre no pudo contenerse y le gritó airadamente: “¿Se puede saber qué diablos estás buscando?”.

“¡Gracias a Dios, ya lo encontré!” respondió mi padre y seguidamente en forma amorosa y maliciosa sonrisa, terminó diciendo: “¡Tu voz!”.

4. Una vez, cuando hubo una huelga de transportistas y tuvimos que caminar por la carretera con dirección al pueblo, el Presbítero me contó lo siguiente:

Un día un viajero caminaba por la carretera, cuando junto a él pasó como un rayo un caballo montado por un hombre que tenía el rostro rudo y la vestimenta cubierta de sangre.

Después de unos minutos, llegaron varios jinetes y le preguntaron al viajero si había visto pasar a alguien con la vestimenta ensangrentada.

“¿Quién es él?” preguntó el viajero.

“Un delincuente”, dijo uno de los jinetes

“¿Y lo persiguen para llevarlo a la justicia?”

“No,….. lo perseguimos para enseñarle el CAMINO”


( … ) Sólo la reconciliación salvará al mundo. Pues, la mayor expresión del amor verdadero es la comprensión.

“Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí está toda la Ley y los Profetas”. (Mt. 7, 12)

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