lunes, 17 de noviembre de 2014

¡Pensemos Positivamente, Siempre!


De uno de sus tantos viajes en tren, el Presbítero nos contó esta anécdota, la cual quiero compartirlo con ustedes:

Una mañana estaba afeitándose junto a media docena de personas en el baño de caballeros de un tren. Como suele suceder cuando se está en un sitio concurrido y estrecho, después de una noche de tren, el grupo no se sentía muy dispuesto a mostrarse alegre. Todos se afeitaban en silencio. De pronto, entró un hombre muy sonriente. Saludó alegremente, pero la respuesta fue sólo gruñidos. Al fin, alguien dijo, en tono irónico:

¿Parece usted muy alegre esta mañana? ¿A qué se debe su buen humor?

“Sí, estoy contento. Me siento alegre”, respondió el hombre. Luego añadió: “He hecho un hábito de la felicidad”.


( … ) La felicidad y la desdicha dependen, en buena parte, del estado habitual de nuestra mente”.


Un día el Presbítero habló así: “Los golpes de la vida, la acumulación de dificultades, la multiplicación de los problemas, etc.; desgastan nuestras energías, nos agotan y a veces nos desmoralizan. Por ejemplo: una vez vino a verme una encantadora joven de diecisiete años y me dijo que lo había perdido todo, nada le quedaba y que además había perdido la fe.

Yo la escuché atentamente, porque la conocía bastante y estaba al corriente de sus problemas. La situación económica de su padre era tan mala que le era imposible enviar a la muchacha a la universidad, a pesar de haberlo prometido.

Tomemos un lápiz, le dije, y anotemos algunas de las cosas que ha perdido usted señorita.

¿Cómo va la salud?

“Bueno, jamás he estado enferma”, dijo la joven.

Salud inmejorable, escribí y seguidamente le dije: Supongo que en su casa no hay comida. Usted debe padecer hambre ¿No es cierto?.

La chica casi comiéndome con los ojos, de inmediato exclamó: “Nada de eso. No hemos llegado a ese extremo. Además el comer un poco menos me sirve para conservar la línea”

Sin problemas de alimentación y vivienda, anoté.

Quizá tus padres no te quieren demasiado, le dije mirándola compasivamente.

“Mamá me quiere mucho y papá se desvive por mi”, replicó la muchacha y seguidamente dijo: “me temo que he sido muy tonta, Presbítero”

En ese instante, noté que la actitud de la joven había cambiado. Se había dado cuenta que no lo había perdido todo, ni mucho menos. Que tenía dificultades sí, pero no eran insuperables. Se dio cuenta, que con lo que le quedaba podría hacer frente con éxito a las nuevas circunstancias de la vida.


( … ) Cualquier problema por grande y desesperado que pueda ser o parecer, es menos importante que nuestra actitud hacia él. La forma en que uno piensa acerca de un hecho puede derrotarle aún antes de haber comenzado a actuar; del mismo modo, que puede también proporcionarle la victoria. Por eso, es importante tener siempre una actitud positiva frente a los problemas.


Después de pronunciar unas palabras en el acto de clausura de un Colegio Secundario, el alumno más brillante se acercó al Presbítero y le preguntó:

¿Puedo hablarle de un asunto que para mí es de gran importancia?

Cuando quieras, respondió el Presbítero.

Cuando todos los demás se hubieron marchado, se sentaron los dos en las gradas de la escalera que conducía al auditorio del colegio.

“Mañana tengo que entrevistarme con el Jefe de Personal de una empresa, para entrar a trabajar”, dijo el muchacho con tono de ansiedad y siguió hablando: “Me importa mucho conseguir dicho empleo, y si no lo logro, me sentiré frustrado”.

El muchacho siguió hablando: “ No tengo ni pizca de confianza en mí mismo, nada puedo hacer para evitarlo, me siento completamente perdido”.

El Presbítero le manifestó: Es necesario descubrir el origen de tu falta de confianza, pero eso  llevará mucho tiempo. Mientras tanto, para que puedas hacer frente a tu problema de inmediato, voy a darte una fórmula que siempre ha dado buenos resultados, si lo pones en práctica.

“Haré lo que sea”, prometió el muchacho.

Muy bien, le dijo el Presbítero y prosiguió: En el camino hacia tu casa, esta noche, repita una y otra vez las palabras que voy a decirte. Una vez en la cama, repítalas nuevamente. Mañana por la mañana, al despertar, vuelva a repetirlas. Finalmente, al dirigirte a tu cita con el Jefe de Personal, repítalas una vez más.

Las palabras que te indicaré debes pronunciarlas con fe, con una fe profunda. Verás como recibirás la fuerza suficiente para hacer frente a la entrevista con toda naturalidad y tranquilidad de ánimo. Serás tú mismo y tus cualidades brillarán. Las palabras que tienes que repetir son éstas:

“Todo lo puedo, gracias a Dios que me fortalece”.

El muchacho se puso de pie y después de unos instantes de silencio, con un tono de emoción en la voz, exclamó: Muy bien, muy bien, Señor Presbítero. He comprendido”.

En la tarde del día siguiente, el muchacho fue a ver al Presbítero y le anunció con gran alegría que había obtenido el empleo. Seguidamente añadió: “Parece increíble, que unas pocas palabras me hayan ayudado tanto”.

El Presbítero le remarcó lo siguiente: “La práctica del pensamiento positivo, es una de las claves para triunfar en la vida. Puedes considerarte afortunado joven, por haberlo aprendido tan pronto. Salud y Bien para ti”.


“EI hombre es lo que piensa que es”, “Nuestra vida es el resultado de nuestros pensamientos", son dos grandes verdades que algunas personas lo dijeron en determinadas circunstancias de sus vidas.

No olvides pues, que: “Las actitudes son más importantes que los hechos en sí”. Así como en la física el factor básico es la fuerza; en psicología, el factor básico es la motivación, es decir, el entusiasmo por  algo.

Si bien la mente no puede controlar directamente las circunstancias de nuestro entorno; sin embargo, sí puede controlar nuestra actitud ante tales circunstancias. No debemos olvidar esto.

Alguna vez he leído que hay dos reglas que pueden generar en nosotros una actitud mental que nos lleve al éxito personal, éstas son:
Primera regla: Mantener una actitud entusiasta, de confianza en sí mismo y perseverante en el camino hacia lo que buscamos.


Toda vida tiene sus reveses, y enfrentarlos es lo que nos mantiene vivos. Estoy convencido de que los grandes logros de la vida ocurren cuando rechazamos el miedo paralizante al fracaso. Así pues, escucha la voz de tu interior que te aconseja tener valor y refuerza su impulso vital. Si lo haces, tendrás en tus manos el poder de los ganadores.

Ten presente aquel dicho: "Siempre que dejamos de actuar para ser mejores, nos volvemos peores".

Segunda regla: Aprender a trabajar en equipo.

Creo que el trabajo en equipo contribuye para que los sueños se vuelvan realidad, porque genera sinergia.

Todos jugamos en diversos equipos durante nuestra existencia: la familia,  una Empresa o institución, nuestro país, etc. Y en todo equipo los miembros tienen un pacto escrito o tácito. Este pacto establece los valores y las metas de todos los integrantes del equipo.


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