1.
Cuando una vez fuimos a
visitarlo, el Presbítero nos contó esta historia:
Una
estrella de la televisión tenía como invitado de honor de uno de sus programas
a un hombre ya de cierta edad. El anciano era realmente raro. Sus respuestas
eran de una espontaneidad absoluta y demostrativa de una personalidad radiante
y feliz. Todo cuanto decía era tan natural que los tele- espectadores estaban
continuamente con la sonrisa en los labios. Les gustaba aquel hombre. El astro
de la televisión también lo pasaba bien con él.
En
cierto momento, el astro de la televisión preguntó al anciano la causa de su
perenne alegría.
Usted
parece poseer el secreto de la felicidad, amigo; le insinuó al anciano.
“No,
no tengo secreto alguno”, replicó el anciano y siguió hablando: “La cosa es más
clara que el agua. Cuando me levanto cada mañana, tengo que escoger entre ser
feliz o no serlo ¿Y qué cree usted que hago?, escojo la felicidad eso es todo.
Porque el hombre es feliz en la medida en que se propone serlo”.
¿Quién
decide si usted será feliz o infeliz? la respuesta es ¡USTED MISMO!, terminó
manifestando el anciano.
(
… ) En verdad, los niños saben más de felicidad que los adultos. Pues, ellos
realmente saben vivir el presente.
2.
Esta historia también me lo
contó el Presbítero y se los transmito para vuestra reflexión:
En
el vagón-restaurante de un tren, en cierta ocasión estaba sentado frente a un
padre con su hija, a quienes no conocía. Enseguida me di cuenta de que la chica
dejaba mucho que decir. Vestía lujosamente, de ello no me quedaba duda, a pesar
de que no soy un experto en la materia. Sobre los hombros llevaba una piel,
pero sin gracia alguna; de su cuello colgaba un medallón muy bonito, aunque me
daba la impresión de que había pertenecido a otra mujer de mucha más edad. Sus
maneras eran desagradables; se quejaba frecuentemente, no se cansaba de repetir
que el vagón era sucio y tétrico, el servicio era pésimo y la comida mala. Sin
embargo, por lo que podía ver, y a pesar de sus lamentaciones, comía todo lo
que le servían con muy buen apetito.
Su
padre con una sonrisa en los labios me dijo: “Mi hija tiene su fábrica”.
La
chica después de mirarme fijamente, pareció decidir que la expresión de su
padre, merecía una aclaración. Entonces me dijo:
“Mi
padre no sabe lo que dice. No tengo necesidad alguna de trabajar. Mi madre me
dejó lo suficiente para poder vivir sin problemas económicos”.
Sin
embargo, insistió su padre siempre sonriendo: “tiene su fábrica”.
Bien
¿Pero qué fábrica?, pregunté siguiendo la conversación.
“De
infelicidad”, replicó el padre, “fábrica su propia infelicidad”.
Finalmente,
a pesar de la fría indignación de la chica, agradecí la aclaración al padre.
(
… ) Esta historia describe con exactitud lo que muchos hacen: fabricar su
propia desdicha.
3.
Una señora soñó que entraba en
una tienda recién inaugurada y para su sorpresa, descubrió que Dios se
encontraba tras el mostrador.
"¿Qué
vendes aquí?", preguntó la señora.
“Todo
lo que el corazón desee?, respondió Dios.
Sin
atreverse casi a creer lo que estaba oyendo, la señora se decidió a pedir lo
mejor que un ser humano podría desear: “Deseo amor, sabiduría, paz de
espíritu, ausencia de todo temor y
felicidad”, dijo. Y luego, tras un instante de vacilación, añadió: “No sólo
para mi, sino para todo el mundo”.
Dios
se sonrió y dijo: “Creo que no me has comprendido, mujer. Aquí no vendemos
frutos, únicamente vendemos semillas”.
(...)
Recuerda siempre que eres, fuente de amor, paz, fe y felicidad; pues, éstos son
frutos de tu espíritu. No cometas el error de pedir a Dios lo que tú puedes
hacer.
4.
A una mujer que se lamentaba
de su destino, le dijo el Presbítero: “Tú misma eres la artífice de tu
destino”.
“Pero...seguramente no seré yo responsable de haber
nacido mujer ¿No es así?", replicó la mujer.
El
Presbítero le contestó: “El que hayas nacido mujer no es cosa del destino, sino
de la casualidad. Lo que sí es cosa del destino es cómo aceptes tu condición de
mujer y lo que consigas hacer de ello”.
5.
Podemos ser diferentes,
podemos tener diferentes vocaciones, podemos tener distintas prioridades; pero
si en algo coincidimos es que todos queremos ser felices.
Existen,
evidentemente, muchas maneras de ser
para sentirnos felices: Unos son agradecidos, otros se entusiasman por algo
cada día, algunos se sienten felices siendo ellos mismos y muchos se sienten
felices haciendo el bien.
Asimismo,
recuerden que una condición sine-qua non para sentir felicidad, es tener paz interior.
(…)
No debemos olvidar nunca, que nosotros mismos somos fuente de felicidad.
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