El Presbítero dice acerca de sí mismo:
“De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo”.
“A medida que fui haciéndome adulto y me di cuenta que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y empecé a decir: Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho”.
“Ahora que soy viejo, y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Por eso, hoy, mi única oración es la siguiente: Señor, dame la gracia de ser cada día mejor".
Si yo hubiera rezado de esta manera desde el principio, no habría malgastado tantos años de mi vida.
(...) Lo prioritario es ser uno cada día mejor. Para lo cual, debemos concentrar esfuerzos en nuestro círculo de influencia (que incluye la propia conducta) y actuar siempre en base a valores como el amor, la verdad, la justicia, etc. Entonces seremos como el caminante de la luz.
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