Se
afirmaba en la aldea, que una anciana tenía apariciones divinas, y el sacerdote
quería pruebas de la autenticidad de las mismas. "La próxima vez que Dios
se te aparezca, le dijo, pídele que te revele mis pecados, que sólo EL conoce.
Esa será una prueba suficiente".
La
mujer regresó un mes más tarde, y el sacerdote le preguntó si se le había
vuelto a aparecer Dios. Y al responder ella que sí, le dijo: "¿Y le
pediste lo que te ordené?"
"Si, lo hice"; contestó la
anciana.
"¿Y
qué te dijo EL?", le interrogó el sacerdote.
"Me
dijo: Dile al cura que he olvidado sus pecados".
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