domingo, 28 de diciembre de 2014

Ver la Realidad


“Cuando hablas de la Realidad, dijo el Presbítero, intentas expresar con palabras lo inexpresable, de manera que lo más seguro es que tus palabras generalmente no se entiendan. Igual sucede a  muchas personas que cuando leen esa expresión de la Realidad que llamamos SAGRADAS ESCRITURAS generalmente no la entienden en su real dimensión, porque no siguen la lógica de dichas ESCRITURAS, sino lo que ellas piensan que dice”.
En cierta ocasión, un jugador empedernido le dijo al Presbítero: “Ayer me sorprendieron haciendo trampas mientras jugábamos a las cartas en el tercer piso, razón por la cual me dieron una paliza y me arrojaron por la ventana. ¿Qué me aconsejarías tú que hiciera?”.
El Presbítero se quedó mirándolo fijamente y le dijo: “Si yo estuviera en tu lugar, en adelante trataría de jugar en la planta baja”.
Aquello dejó asombrados a los feligreses, que inmediatamente  inquirieron al Presbítero: ¿Por qué no le dijiste que dejara de jugar?
“Porque sabía que no quería dejar de jugar”, fue la sencilla y sagaz respuesta del Presbítero.
Un domingo por la mañana, a un feligrés que se mostraba excesivamente respetuoso, le dijo el Presbítero: “Si la luz se refleja en la pared ¿Por qué veneras la pared? Intenta prestar atención a la luz”.
Era un sábado del mes de Enero, los feligreses discutían vehementemente acerca de cuál de las siguientes tres tareas era la más difícil: redactar en forma de Escritura lo que Dios había revelado, comprender lo que Dios había revelado en la Escritura o explicar a otros la Escritura después de haberla comprendido uno mismo.
Cuando le preguntaron su opinión, dijo el Presbítero: “Yo sé de una tarea aún más difícil que cualquiera de esas tres”.
“¿Y cuál es?”
“Intentar que vosotros veáis la realidad tal como es”.

Un viernes por la tarde, los feligreses estaban enfrascados en una discusión sobre la siguiente sentencia:
“Los que saben no hablan;
los que hablan no saben”.  
Cuando el Presbítero entró donde ellos estaban, le preguntaron cuál era el significado de aquellas palabras.
El Presbítero les dijo: ¿Quién de vosotros conoce la fragancia de la rosa?
Todos la conocían
Entonces les dijo: “Expresadlo con palabras”
Después de escucharlo, todos guardaron silencio.

Te cuento, también para tu reflexión:
El Presbítero soportó pacientemente sentado, las quejas que una mujer tenía contra su marido.
Cuando ella concluyó, le dijo: “Tu matrimonio sería más feliz querida; si tú fueras una mejor esposa”.
“¿Y cómo puedo serlo?”
“Renunciando a tus esfuerzos por intentar hacer de él un mejor marido”

En algún momento de mi existencia humana , escuché este diálogo:
“Como no tengo la menor idea de lo que me deparará el mañana, quiero estar preparado”
“Tienes miedo al mañana…..y no te das cuenta de que el ayer también es igualmente peligroso”
Recuerdo que era un sábado por la noche, que los feligreses se hallaban en una acalorada discusión acerca de la causa del sufrimiento humano.
Unos decían que la causa eran los apegos. Otros, que el error. Y otros, por último, la incapacidad para distinguir lo real de lo irreal.
Cuando le preguntaron al Presbítero, éste dijo: “Todo sufrimiento proviene de la incapacidad de desprenderse de los apegos. Debemos reconocer que si bien el dolor existe, el sufrimiento lo inventamos nosotros”.  
Finalmente, te cuento:
Un hombre recorrió medio mundo para comprobar por sí mismo la extraordinaria fama de que gozaba el Presbítero.
¿Qué milagros ha realizado el Presbítero?, le preguntó a un feligrés.
“Bueno, verás…….hay milagros y milagros. En tu país se considera un milagro el que Dios haga la voluntad de alguien. Entre nosotros se considera un milagro el que alguien haga la voluntad de Dios”.


(…)  Hay dos tipos de personas. Unas que viven el mundo que está en sus mentes y otras que viven la realidad, es preocupante que la mayoría sean de las primeras.
                         



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