lunes, 1 de diciembre de 2014

Súper Vivencia



1.    Día tras día el feligrés hacía la misma pregunta. “¿Cómo puedo encontrar a Dios?”. Y día tras día recibía la misma y misteriosa respuesta del Presbítero:

“A través del deseo”.

“Pero ¿acaso no deseo yo a Dios con todo mi corazón? Entonces ¿Por qué no lo he encontrado?, replicaba interrogándose el feligrés.

Un día mientras se hallaba bañándose en el río en compañía de su feligrés, el Presbítero le sumergió bajo el  agua, sujetándole por la nuca, y      así   le mantuvo un buen rato mientras el pobre feligrés luchaba desesperadamente por soltarse.

Al día siguiente fue el Presbítero quien inició la conversación: “¿Por qué ayer luchabas tanto cuando te tenía yo sujeto bajo el agua?”.


“Por qué quería respirar”, dijo el feligrés.

“EI día que alcances la gracia de anhelar a Dios como ayer anhelabas el aire, ese día le habrás encontrado”. Sentenció el Presbítero. 


2.    Para que continúes con tu reflexión, te cuento:

A un predicador que no dejaba de repetir: “¡Tenemos que poner a Dios en nuestras vidas!".

El Presbítero le dijo:

“Ya está en ella. Lo que tenemos que hacer es   reconocerlo".


3.     No olvides de reflexionar sobre esto:

¿Por qué todo el mundo es feliz aquí, excepto yo?, preguntó el feligrés.

“Porque han aprendido a ver la bondad y la belleza en todas partes”, respondió el Presbítero.

“¿y por qué no veo en todas partes la bondad y la belleza?”

"Por qué no puedes ver fuera de ti lo que no ves en tu interior", sentenció el Presbítero.

También sobre esto:

A una mujer que se quejaba de que las riquezas no habían conseguido hacerla feliz, el presbítero le dijo:


“Hablas como si el lujo y el confort fueran ingredientes de la felicidad, cuando de hecho, lo único que necesitas para ser realmente feliz, es entusiasmarte por algo cada día”.

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